ENCUENTRO


Punto de encuentro.

lunes, 7 de mayo de 2012

LOS HEROES VENCIDOS




LOS HEROES VENCIDOS
Por; Alonso Quintín Gutiérrez Rivero

Semblanza de un historiador al desamparo de su lucha interior.

Asómate a mi alma
En momentos de calma,
Y tu imagen verás sueño divino,
Temblar allí como en el fondo oscuro,
De un lago cristalino.
          G. A. BÉCKER.
Al amparo de la niebla del silencio, uno bien quisiera indagar, donde se halla el misterio del ser y de las cosas, pero ni Dios mismo se pone a meditar en eso cuando de seres humanos se trata, como si apenas fuéramos, el sueño lejano de algún héroe vencido, o la tibia faz del sentimiento, indagando por lo poco que nos queda después  de una infausta reflexión. La historia se repite en el corazón del héroe, creando la duda de  una total extinción, como si de repente nos fuera vedada la verdad tan oculta como la oprobiosa obsesión de existir. Y ese héroe vestido de gabán y de paciencia, suavizará los pasos, escuchará a los sabios en silencio, se embriagará de gloria, desenvainará la espada y entrará furtivo, a los viejos palacios olvidados, en busca de palabras, o de la altiva princesa, muerta en la soga de los sentenciados, o del rey Holofernes, perseguido por Judith. Fatigado de tanto esplendor y bizarría, se habrá marchado, al mismo precipicio bajo las estrellas, a tantear la humanidad, como si fuera el candil de su heredad. “Olvidados tus místicos acentos,/ vivirán tus estrofas magistrales/ y tu memoria vivirá con ellas,/ como en las negruras del vacío/ la lumbre sideral de las estrellas”, ha dicho el poeta J. A, Silva, quizá la huella de un acontecimiento apenas se  asemeje al “ósculo triste, suave y perverso”, de una huella humana al pasar, sobre los seres y la nada. Es el hombre tan indócil como su voluntad y tan efímero como la esperanza.

El maestro Javier Ocampo López, inmerso en esa devoción por la humanidad, se habrá percatado muchas veces, de la inutilidad del saber a cambio de la gloria de entender, bajo el estandarte inconfesable de la verdad. A eso le dirán unos, ciencia y otros conocimiento, como si los dos fueran retazo del mismo pendón. Para algunos la ciencia es crimen y para otros embeleco del pensante, declamador de antiguas profecías. “El  ángel de la tarde a Dios conduce… como los flotantes genios de la noche”, continúa el poeta.

El maestro Javier, siempre austero en su mansión de octavas colosales donde duermen descomunales melodías, ha visto desfilar la injusticia, desde el bastón de mando de reyes innombrables, la villanía de los patricios, la esclavitud de los sumerios, convertida  tienda de virtudes, la beatitud de los ejércitos antes de lanzarse a la contienda, la acre decepción del encomendero antes de borrar de la tierra su temible furia y sembrar de pesadumbre los campos desolados  de la tierra de los muiscas, el laurel de Bolívar, despedazado a los pies de los esclavos, el grito del guerrero hiriendo el porvenir de América, el mausoleo de las ideas cayendo en forma estrepitosa, en un raudal de oprobiosas civilizaciones, héroes y dioses vencidos, antes de indagar la eternidad.

“Si los colombianos aprenden a pensar libremente, aprenderán a ser libres…de la independencia de pensamiento ha de derivarse la  independencia política”, ideario de los radicales, obsesionados por una educación del esplendor interior y gran respeto por las leyes naturales, según el descubrimiento del investigador al tenor del gran artículo sobre el ilustre pensador tunjano Diego Mendoza Pérez, “Si olvidara los dolores nacionales, no sabría  para que estoy en el mundo” exclama  el letrado tunjano invocado por el maestro Javier, para concluir: “habría perdido la principal razón de vivir”. Y ese hombre que fue tildado de traidor a la patria, se levantó por encima  de colosales monumentos para enseñarnos que “América es la tierra de la libertad y la democracia contra los despotismos”  porque  “entre irse y quedarse duda el día/ enamorado de su transparencia”. El maestro Javier, ferviente estudioso de las ideas, eleva a Diego Mendoza Pérez al pedestal del héroe tras exclamar: “su magisterio se ha convertido en faro de luz que ilumina una nación”. En esa delirante incursión al pensador, pulsada de arrebatos de lirismo existencial, el maestro Javier, muestra el palacio de los Césares con tenues luces de epopeya frente a este héroe inmaculado capaz de ofrendar su propia dignidad en aras de la patria, como si morir fuera poco, bajo las enseñanzas del genio de Bolívar.

La patria de los pensadores es la humanidad y en esa travesía indomable,  las turbulentas aguas de los acontecimientos, pintan con el arte figurativo las rarezas humanas, que la misma civilización engendra para hacer del drama de la vida el holocausto de la historia. Tortto Ditella, nos dice Javier Ocampo López en su disertación en torno a Gustavo Rojas Pinilla,  del estilo nasserista, adoptado por el general  para acceder a un nacionalismo puro y un progresismo audaz. Las bondades del militarismo cuando una sociedad se adormece o se envilece en la inicua transmutación de los partidos. Somos herederos  de lugares extremos donde se ponía a prueba el valor de humildes campesinos, vestidos de colores indescifrables, que a la hora de morir adquirían extremada grandeza nacional, desde la guerra de los mil días y las batallas espantosas de Peralonso y Palo Negro. El doctor Javier resucita el arte de narrar la historia desde la perspectiva de un humanismo desbordante, donde aprender a vivir es  aprender a morir por la patria en esa exégesis del pensamiento del que “eternamente vive quien muere por la patria”.

A pesar del cuidado esmerado del lenguaje para que las palabras solo tengan un feliz significado, al maestro Javier ritualiza sus emociones y arde en un fuego de  admiración y devoción. Del padre Ernesto Reyes afirma. “En sus bellas metáforas había batallas épicas, tempestades de gloria, banderas americanas, cumbres y hondonadas, victorias y derrotas, hombres como titanes y en el trasfondo la sinfonía  DE LA LIBERTAD Y DE LA PATRIA”. Decía después “fue tabernáculo de rectitud moral, riel de virtud, de gran fortaleza interior”. El historiador con su traje de poeta, pintando el paisaje humano con el pincel de su inteligencia. ¿No es acaso para los colombianos el privilegio de un humanista historiador, tenido por grande entre los laudos americanos?

Alguna vez dijo Nietzsche:,  “Todo hombre lleva en si la doble nostalgia de la elevación  espiritual y de la nobleza moral”. Pero esa cortesía de la nobleza humana, solo es posible si encuentra un corazón sensible, una nota de la escala musical, tocando a vuelo en el manantial de la grandeza. “Hay hombres que aman himnos broncos/ y soportan la llovizna de los días”, así define Eduardo Gómez a quienes olvidados de Dios y de la vida se deslizan por el mundo en busca de un nombre, un rostro en la quemante alquimia de los días, una ráfaga de ilusión que los consuele de la fatal pesadumbre de indagar por el nombre de una civilización  que los olvidó para siempre.

 El maestro Javier Ocampo, incursiona febrilmente en ese pasadizo de la deformidad, donde hallar la identidad perdida, la bandera desflecada a los vientos de la intemperancia, la heredad de aguas cristalinas, los rituales de antiguos sacerdotes elevados sobre oprobiosas ofrendas, los ideales derribados a los pies de los vencidos, el cataclismo de luceros, sobre praderas incendiarias, los gestos perdidos en bosques milenarios, dulcemente iluminados por fogatas eternales, la lucha del guerrero en febricitantes faenas, el amor que es “un jardín de músicas astrales/ y parece una rosa refulgente/ tallada sobre un viento de zafiros”, en la sabia estrofa de Rafael Ortiz Gonzales. El pensador, historiador, investigador, exégeta de la virtud, interprete de luchas ancestrales, fogoso defensor del humanismo, lector contundente de antiguos pergaminos,  proclama con todo su talento la defensa de la identidad, como única condición para alcanzar lo universal “el sueño de la aldea global de McLuhan es hoy una innegable realidad”, nos dice en la microhistoria y la historiografía mundial y continúa, “para que la globalización no sea una amenaza, debe tener a la persona humana, protagonista  central del desarrollo de la sociedad… es necesario fomentar la participación social frente al utilitarismo egoísta  fortalecer un sentido ético y  humanístico de la sociedad global”.

 De ahí al desprecio y la advocación solo hay  el espacio que media entre Dios y el diablo, pues la defensa del humanismo en la época del capitalismo salvaje, de los acróbatas de la politiquería, los destructores del medio ambiente, los crímenes contra la humanidad cometidos al amparo de instituciones respetables, la desidia del estado ante los necesitados, la decadencia de la sociedad, el apartheid, la esclavitud moral e intelectual, la amenaza de una catástrofe mundial, los intentos del hombre por borrar de la faz de la tierra toda vestigio de civilización, la desaparición de la especies, la indiferencia ante el deterioro de la tierra, la retórica de los países adelantados sobre el uso y el abuso del CO2, las controversias desatadas con los últimos descubrimientos científicos, que ponen en duda filosofías ancestrales y creencias incorruptibles, la pobreza, la corrupción de las élites, y el desmedro de los valores, contradicen toda opción de humanismo, asunto de gran interés para nuestro ilustre pensador.

El hombre de Aguadas, evoca con febril pasión las épicas faenas de Jorge Robledo, sobre los campos feraces de Santiago de Armas, cuando los deslumbró  un ejército de indios de relucientes atuendos de oro, y figuras atléticas, venidos del lugar de los dioses a sollozar al pie de los dioses del sol quienes arremetían con fogonazos diabólicos en extrañas figuras  mitad hombre y mitad caballo, en el inacabado mundo de sus inocentes vidas. No valieron las joyas que enceguecían al invasor bajo el sol inclemente, ni las súplicas, ni las grandes ofrendas, ni los bailes suntuosos… todo intento por sobrevivir fue infructuoso, ante la resuelta destrucción desatada por los invasores, cuya fiebre de oro ardía en terribles orgías de sangre y lodo.

“Era necesaria la guerra para someter los indios a la religión cristiana y justificar la esclavitud y la violencia… los indios eran incultos por naturaleza y si se negaban a obedecer  a otros más cultos, humanos y perfectos que ellos, era justo hacerles la guerra para someterlos a la fuerza… los indios eran faltos de razón por defecto de la naturaleza y en consecuencia podían ser sometidos al trabajo a modo servil” afirma Juan Ginés de Sepúlveda, invocado por Javier, en su libro “La Villa de Santiago de Armas y Los orígenes de Aguadas”. Cuánta infamia tejida por el ilustre enviado de España, cuyo detractor el leve clérigo Fray Bartolomé de las Casas, apenas pudo denunciar, sin respuesta posible los atropellos de los españoles. El maestro Javier al narrarlo nos muestra el verdadero panorama de la invasión, que aniquiló más de 30.000 aborígenes en el sitio de Armas,  en nombre de Dios y de la espada, bajo la epopeya de la conquista, trazada desde la experiencia militar de la derrota de los moros después de ocho siglos de dominio peninsular.

Las tácticas de guerra empleadas por los  españoles causan horror y espanto en lugares donde discurría la vida  exenta de temor y sometida a los dioses, “el secuestro al cacique Ocuzca, a quien los españoles quemaron vivo y al hermano del cacique Maitamá de los indios Armas quien se suicidó tirándose de una altura”, los humillantes rescates, para el servicio de Dios  y de sus altezas, el insulto y la calumnia, “La guerra organizada por los españoles  contra los indígenas está señalada por la crueldad , el horror y el espanto. Se hizo común la matanza, la quema de pueblos, la esclavitud, los incendios de templos, las violaciones, el zaqueo y el arrasamiento… Robledo en 1540, fingiendo amistad, logró reunir    la mayoría de los caciques y los encerró en un bohío. De uno en uno los caciques cuycuyes  fueron mutilados y sus miembros esparcidos por toda el área como una muestra de lo que eran capaces los conquistadores cuando los indígenas no les daban obediencia…el terror con caballos, los perros de cacería, y las armas de fuego, las enemistades entre los indígenas, la impresión fabulosa de ser muy justos, prenda de hipocresía y despotismo… la diversidad de tácticas españolas para la dominación de los indígenas, reflejadas en  las experiencias de la soldadesca hispánica en sus continuas luchas contra los moros en la península durante ocho siglos llamados “salvacionistas”… para los indígenas las armas de fuego, eran  rayos divinos que obedecían el mandato de los hijos del sol, o dioses conquistadores”, la cita del Maestro Javier, en el texto aludido, señala la ruta de la deshonra y la vileza de quienes vinieron de lejos deslumbrados por el oro y las bajas pasiones dando la impresión de  que “Los hombres son juguetes de las circunstancias, aunque estas parecen ser juguete de aquéllos”, conforme a la sentencia de Lord Byron. La villanía se viste de grandeza cuando del poder se trata y aquel que vino a conquistar se vio esclavo de su propia inequidad.

El sabio y docto objeto de este homenaje, emprendió la sinfonía universal tocando clarinete en su tierra natal, remontó las tierras de los aztecas, donde escribió “Historia de un día” de gran devoción y admiración para el pueblo mejicano, lugar donde anduvo junto a filósofos, poetas y escritores quienes le influenciaron para trazar  la doxografía de las ideas. De allí a la concluyente historia del sacerdote Miguel Hidalgo autor de la primera proclama libertaria el 16 de septiembre de 1810, conocida como el día de los dolores, media una franja de erudición al lado de su entrañable maestro José Gaos quien lo guió en el magisterio universal.

¿Fue allí donde emprendió el método de la historia de las ideas, tan novedoso y profundo, por su anhelante descripción del acaecer local para lograr lo general? ¿Quiso comprender la sociedad desde los diversos imaginarios, donde se despedazan los anhelos y se envilece la conciencia? El método de historia de las ideas conduce a la frase de Jawahrlal Nehru: “No se puede cambiar la historia a base de cambiar los retratos de la pared”. Es un método riguroso, donde se refleja en el espejo del investigador, el pensamiento de los protagonistas de los sucesos, y las formas como los conflictos desencadenan catástrofes humanas, puestas en el filo de la  duda por quienes viven sus proclives displicencias. El historiador pone a su servicio la ciencia y por ende al de la humanidad, en una simbiosis de reelaboración de los hechos, para entonar la nueva melodía del acaecer mundial conforme a la línea local, integradora de afanes, perfecciones e imperfecciones de la civilización.

 Olga Yaneth Acuña, señala que “El autor logra establecer diversas manifestaciones que se traducen en expresiones y actitudes, que van desde la exaltación del héroe, las manifestaciones festivas, hasta la combinación: alegría y gozo, sin dejar de lado la indiferencia y el desconocimiento por parte de algunos sectores”. Pero más allá del rigor investigativo   está el afán de saber quiénes somos, el por qué de nuestra identidad, por qué somos así, de dónde vienen los matices procaces de la modernidad, que nos vuelven tan detestables y tan amados por los extranjeros. La más pequeña ilusión nos hace felices,  y a la menor contrariedad, rompemos el cántaro, como los matices del atardecer, volcados en flecos de luz sobre las cumbres andinas. Tal vez nadie logre asimilar ese pequeño mundo, lleno de contradicciones y de ilusos reflejos,  que desatan estados de profunda depresión y agitadas expresiones de júbilo frente al más elemental acto de amor, cuando un jilguero pasa y rosa la nostalgia de la pequeña parcela humana. Tal vez el maestro Javier sienta compasión de tantos seres humanos envilecidos por las contiendas partidistas, o la simple sombra de una discordia después de una serenata de amor. Es el hombre la suma de todas las contradicciones pero en él fulgura la especie humana, eclosionando el brillo de una estrella distante, en la trágica sucesión de las edades. Los dioses verán los héroes vencidos, al desamparo de la noche, clamando desde la estratosfera del silencio, por un poco de paciencia para perdurar en los lomos del tiempo mientras desciende al mundo un cataclismo de luceros.

Por lo pronto nos queda el sortilegio  de un alma grande puesta  al servicio de la humanidad. El maestro Javier confeso humanista, declara con el poeta: “Si no puedes hacer  tu vida como la quieres/
En esto esfuérzate/ cuanto puedas./ no la envilezcas/ en el demasiado contacto con la gente/ en demasiados trajines y conversaciones./ no la envilezcas, llevándola, trayéndola/ a menudo exponiéndola/  a la torpeza cotidiana”.

Qué gran momento para exaltar al héroe, a cuyo regazo se adormece la libertad para eclipsar los tronos dionisiacos donde el ilustre pensador de Aguadas, escenifica  la tragedia humana. Qué gran momento para el laurel de la victoria sobre su mente privilegiada. Qué instante feliz para Firavitoba, contar con tan ilustre visitante, oteando el pasado desde su fina inteligencia, y su bravura de investigador consagrado en los suntuosos palacios de los sabios,  Qué gran momento para proclamarlo ciudadano boyacense, benefactor de la humanidad y humanista deslumbrado por los dioses  de la inteligencia.  El V ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POESIA,VALLE DE IRAKA,  saluda alborozado al héroe inmaculado, cuyo nombre brillará en la eternidad y en la conciencia agradecida de los colombianos. Honor y gloria a su nombre









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