ELOGIO A LA
SENCILLEZ
Por: Alonso Quintín Gutiérrez Rivero
La
sabiduría de la sencillez es
un homenaje a la virtud. Eso se aprende de una vida bien llevada. “Si
tenemos una conducta recta el
tiempo hará prodigios”, diría Bolívar.
La única herencia valedera es la ofrenda de una
vida con los atributos del divino maestro. Desde las épicas montañas de
Pachavita, a las laderas donde la brisa juguetea con cámbulos y trinitarios, un hombre deletrea su destino.
La
sencillez de dón Pedro José, tan venerada por el maestro Jaime y sus hermanos,
fue el prodigio de este pueblo, tan acostumbrado al perfume de las
bugamvilias y arrullado por la devoción
de sus gentes. Su oración era el trabajo, su voluntad el servicio, su virtud el
amor al prójimo.
El
paisaje lo recuerda, figurilla de mirto
y alas, campanilla de lluvia y viento, atravesando los caminos rumbo a la
besana, donde parecía fundir su alma entre aromas de cañas y de mieles y ese
extraño regocijo que producen los trapiches con tonadas de tiples y copleros
ensayando a ser maestros del cortejo de
los cielos, bajo un manto de muselinas, y un suave coqueteo de limoneros, en
las delicias de un torbellino enamorado.
Sus
ojos aprendieron el parpadeo de los
luceros y la sonrisa del cielo. Creo que intuyó los pasos del guerrero que se
perdió en su piel desde la historia del
pueblo.
Debió
sumergirse en el añil de los atardeceres
en esas meditaciones que abundan en ruegos y hacen del hombre un soñador empedernido.
Llevaba
en el alma un violín y en la mirada un confín de esperanzas multiplicada en las
almas de sus hijos. A ellos les enseñó la rectitud y la honradez, prendas del
espíritu; a sus paisanos el testimonio
de una vida signada por el valor,
el trabajo y el sacrificio. A su esposa Ana Delina, un afecto sin límites y en el letárgico encanto de las tardes de
invierno, un amor desmedido, por asuntos
divinos.
Fue
en medio de la embriaguez del paisaje,
saturado de ocobos y de flores
silvestres, el augusto emperador de sus dones preciosos y de los
terrenos prohibidos donde solo se
permite la presencia de Dios y de unos cuantos mortales.
De la austeridad hablan sus actos; de su paciencia, el
trabajo; de de sus horas amargas, sus
ojos azules; de sus grandes tesoros el barandal de su alma.
Fue
en la esplendidez de día, caminante
empedernido y supo amar los suyos como jamás se vió.
Queda
en el corazón de su amada esposa Ana Delina, un lebrel de dulzuras por donde se
iba la vida a lugares enhiestos.
Queda
en las almas de sus hijos una persistencia indomable por las cosas bien hechas y ese fragor indómito por un
gran destino en la incógnita del tiempo.
Queda
en el aire del pueblo un rumor de plegarias, un vendaval de esperanzas; un
suave aleteo de mariposas azules, mientras el patriarca se aleja cantando su canción de misterios; una música celeste
como sus ojos, en una danza de estrellas.,
Buen
viaje, por los predios de Dios.
Pronunciado
el día 16 de febrero del año 2011 en las exequias de don PEDRO JOSÉ LEGUIZAMON
RAMIREZ, EN EL TEMPLO PARROQUIAL DE
PACHAVITA. Saludo de fraternidad a: MARINA DEL CARMEN, JOSE GONZALO, JOSE HERNANDO,
BLANCA CECILIA, MERY NUBIA, HERNRIQUE, PEDRO DANILO, SANDRA CAROLINA, y al
maestro JAIME. A la señora Ana Delina
Merchán, nietos, sobrinos y familia en general. Con afecto y admiración.
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