ENCUENTRO


Punto de encuentro.

viernes, 28 de febrero de 2014

VAGO CELAJE- ALONSO QUINTÍN.








VAGO CELAJE

Por: Alonso Quintín.
I.

Los recuerdos son esencias finísimas
que nos  vienen de lejos,
quizás  de un hecho
o del naufragio de una caricia imaginada.
Los recuerdos visten el alma
de magníficos atuendos
para entrar en ese palacio imaginario
de lo que nunca fue
y acaso, hubiera cambiado
para siempre nuestras vidas.
En eso de la vanidades humanas,
uno bien quisiera
aprisionar lo invisible,
aferrarse a algún ángel desconocido,
virar hacia ese puerto
donde se nos fue la dicha
y se instauró la pena.


II.
MAGIA Y PUDOR

Una cántiga de amor,
esparce sus aromas de lugares remotos,
de algún rincón del alma,
de algún perdido sueño,
que nos hizo estremecer;
de alguna forma dibujada
en los rubores de la niebla,
de alguna danza etérea
que aún podemos rescatar.
De vez en cuando
se  vuelve a los furtivos pasos,
al silente olvido
de donde es imposible regresar.
¿Desde cuándo somos dueños
de los pasos del otro que nos ata,
al misterioso encanto,
de repetirnos en la sonrisa ajena
o en la dulce mirada de las aguas?
Somos enigma
de  un mago que nos inventa a diario
en la siniestra baraja del olvido.



III.
RETÓRICA Y CAFÉ.

Eras del aire
la   furtiva alondra,
la sabia exhalación
de algún suspiro.
En noches delirantes,
hablabas de reyes y princesas
y murallas encantadas;
de   música y cantores invencibles.
Decías que en nada
se  conoce al hombre tanto
como  en sus errores.
Reías con devoción
en el anochecer de un café;
como si de lágrimas
se  hicieran nuestras vidas,
como si no bastara
la burla de un diamante
que se repetía en silencio
en los suspiros de la noche.
Hablabas de Martí y de Zola,
de la pasión de Atila
y los desvíos de Marco Aurelio,
de Petrarca y de Verlón
y del talón de Aquiles.
De  todo sabías menos de mis bazos
en  busca de tu abrazo.
A la distancia todo es lícito,
hasta el rodar de una caricia
a los abismos.



IV.

TRANSMUTACIÓN

Por esta pendiente estoy perdido,
aspiro volverme  invisible
para que no culpes a nadie;
si repito esta travesía
he de encontrarme con mi sombra
y allí estarás sumisa
a mis palabras.
Puedo inventarte de mil formas,
hacerte  en cada estrofa
mi canción predilecta;
y si alguien viene
a reclamar después,
diré que yo iba contigo
sin haberte conocido
sabiendo que tú eras
mi mejor acepción
de lo jamás vivido;
como si de arpegios
se tejieran nuestras vidas;
como si no bastara
esta dulce profusión de arpegios
y este irse del mundo
en cada anhelo;
seré invencible
a este naufragio de esperanzas
cuando de ti vuelva
amor, en otro convertido.



V.

DETRACTORES Y OLVIDOS.


Seré en tu risa el cómplice perfecto,
el invencible pasajero del olvido.
Fui el mural de las infamias,
sayal  de profetas inauditos.
Por  mí pasaron exhaustos  filisteos
y escribas de rostros infernales;
fui condenado por repudiables exégetas;
el verdugo ascendió al patíbulo
y descargó el hacha despiadada;
el viento esparcía las mieles de mi canto
y tú heroína de mil velos
condesa de cuarzo y oro,
te detenías en el último suplicio
de la arena que sumisa
recogía mis lágrimas.
Fueron tiempos
de inenarrables historias,
de repudiables parlanchines,
fariseos con togas de diamantes,
saltando al borde de un abismo.
Todo pudo ser: hasta perder mi honra,
mi  voluntad,  mi soledad.
Todo pudo ser:
hasta el  silencio roto
en estrados demenciales.
Todo: hasta la perversa
demolición de los espejos…
nada fue tan triste
como tu mano en alto
al despedir al condenado

al ostracismo de tu amor.

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