
LA HARLISTA
Por: Alonso Quintín Gutiérrez Rivero
Muy a su pesar, el viento se detiene
A jugar con la errante cabellera, y en la penumbra de sus ojos
Se desliza el sueño de una estrella lejana.
Aguerrida y fiera, asciende por las melenas de los astros
En busca de tremedales asombros,
Donde nadie se atreve a contemplarla.
La agobian ebrios pasajes de eternidad y sobresaltos
Y en la rústica alforja de los truenos salvajes,
Se detiene un instante a mirarse en la sombra del traje
Que sabe de intrépidos viajes,
Por parajes inciertos, de vibrantes flautistas,
Apostadores de suertes, y leñadores de fuego
La harlista sabe del paraíso del viento,
Sonríe en el tremolante furor de las máquinas,
Y avanza segura, enigmática y firme,
Resuelta a desafiar la turbulencia del tiempo.
Sus ojos copian las lecturas del cielo, sobre horizontes de miedo.
Sabe que entre el rugir de las naves y su augusta belleza
Se desata un combate de valientes guerreros,
Capaces de inmolarse a los pies de la bella princesa.
La harlista, recorre las páginas de esa historia
De indomables guerreros, atravesando montañas,
Salpicando de nieblas el cansancio y la fama.
Venían de muy lejos, en errante caravana,
Minotauros de hierro conquistadores de alturas,
Domadores de infiernos, inquisidores de alquimia,
Sabían de la proterva escalada de rudos inviernos.
Se detenían en cualquier parte, a enderezar sus arreos.
Mezclaban el cansancio con las turbias monedas de los fríos eternos
De páramos de imprecisos reflejos.
Se detenían con un rugir de cañones, sobre augustas laderas
A contemplar el rasgueo de las nubes contra el cielo
Y después se perdían entre la lluvia y el trueno.
Así en todos los pueblos donde solían desfilar con su carga de miedos
Entre admirables cortejos y multitudes inciertas.
La harlista se detiene un instante y en la dulce penumbra de sus ojos claros, se desploma una estrella, se precipita una lágrima
Por el agreste paisaje de nuestra dulce Colombia.
Julio 3 de 2011
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