BEATRZ CASTELBLANCO
HOMENAJE NACIONAL EN EL IV ENCUENTRO INTERNACIONAL “VALLE DE IRAKA”
Por: Alonso Quintín Gutiérrez Rivero
150 años después de la batalla del Puente de Boyacá, florece una generación traída tal vez de los laureles de esos héroes lumínicos, que ofrendaron sus vidas en aras de la libertad. Los cantores de esa gesta acallaron, pero en las almas de los poetas 150 años después, el verso se hizo canción y melodía. Acogió las esperanzas y sacrificios suspendidos en los aires de esa épica y cantaron con voces propias, cuanto de triste y de amoroso alberga el corazón. “ Conozco tus fuegos crepusculares/ y el espectro de tus amaneceres…es la tristeza de ver tu nombre/ bandera limpia azotada… es el desconcierto de sentir tu entraña/ desgarrada por los mismos a quienes acunaste/ con la música de tus selvas y tus ríos” Matilde Espinosa en Estación Desconocida”.
De la ciudad de La Doncella del Agua, como llamó algún poeta a la señorial Tunja, surgió Beatriz Castelblanco, dueña de un reverente estro poético de fina sensibilidad y de tocados de oro, a la hora de cantarle a la vida, al amor, a la naturaleza. Su voz como diamante de luz en la noche de América: “Hunza se llamó de niña, cuando era diosa pagana/cuentan que tuvo un encanto: el ser hija del sol / se engalanaba con oro y como preciosa indiana/ en Los Cojines del Diablo oraba hasta el arrebol”, tomado de Fantasía de mi Ciudad, de su amada Tunja fundada en el mes de los vientos y las aves, en cada ciudad del mundo, las aves tienen diferentes pasos de danza, modos de escribir en el aire su alegría, sus pesares, nos dice con razón Enrique Medina Flórez.
Beatriz, fue colegiala del colegio del Rosario de Tunja, donde bebió la sabiduría de sus primeros años. Tiempo después le hallaría razones a ese pensamiento vagabundo escrito en algún pergamino olvidado: la mujer amable y virtuosa es el objeto más encantador de la naturaleza o ese otro de Z Márquez “Quien puede gobernar una mujer, puede gobernar una nación”.
Supo de leyes y abolengos en la Pontificia Universidad javeriana donde optó al título de Abogada. Desde entonces, comprendió, que del templo de la virtud se pasa al templo de la gloria y que los gorriones son picadores del sol, y deportistas desde el alba hasta el crepúsculo, continúa el poeta de marras.
La ilustre poeta objeto de homenaje en esta noche, cumple a cabalidad el ritual de la palabra, descifra con precisión y encanto la piedra de luz escondida al común de los mortales en lugares donde el misterio habita y la melodía deslumbra. Pule versos con la sabiduría de lo eterno y la paciencia del orfebre para hacer de cada poema, un bello obsequio a la humanidad, como deben hacerlo los poetas, en el entendido de que el ser superior piensa siempre en la virtud.
La laureada Beatriz, se aproxima a cantarle al amor en perfumada gracia con versos profundos y sinceros: “Ven y siembra en mi entraña tu semilla/ para que en el dolor de dar la vida,/ tenga que verse confundida/ esa tu arcilla con mi arcilla” tomado del soneto “Clamor”. Su fina poesía es candor y brebaje humano para escanciarlo en noches de tempestuosas pasiones, al conjuro del mar embravecido del deseo: “Este necesitar de tu presencia/ con una angustia para mi ignorada/ este sufrir cualquier indiferencia/ que note en el cristal de tu mirada/ este dejar de mi lado la existencia/ para vivir en ti transfigurada”. Voz cascada y huracán de eternidades, resuelta a traspasar los muros del silencio y de la geometría social. Voz quebrada de amatistas y colibríes encantados. Voz de sublimes tonalidades: “eso es pasión sublime y sin medida/ pasión que sacrifica y que convida/ a hacer un rumbo de los dos y ajeno./ pasión por lo imposible engrandecida/ pasión que se apodera de mi vida/ para llenarme el corazón de cieno” tomado del soneto “Pasión”. La poeta, siembra en su ser la figura del amado en un holocausto de ansiedades, bellamente trazado por Matilde “En la otra orilla tu/ elevando las cometas del día”.
Apenas cumplidos los veinte años publicó su primer poemario “Ensueño Lírico” que la destacó entre las jóvenes promesas de la literatura colombiana. Su nombre figuró al lado de los poetas: Jorge Rojas, Darío Samper, Carlos Martín, Fernando Soto Aparicio, José Umaña Bernal y Eduardo Torres Quintero; especial significación tuvo para su carrera literaria observar su nombre al lado de notables escritoras boyacenses publicadas a mediados de siglo XX, como Gloria Dall (Elisa García de González, natal de Chiquinquirá), la tunjana Francelina Duvis (cuyo nombre de pila fue Cecilia Calderón de Pinzón), Magda Negri (María Cristina Matéus de Arenas, también nacida en Tunja), Fanny Osorio (natal de Boavita), Diana Rubens (Isabel Pardo de Hurtado, de Tunja), Margoth Sarcey, (Margoth Salazar Páez, de Chiquinquirá) y aunque lejana geográficamente también formó parte del esplendoroso ramillete la alta voz, de Laura Victoria (Gertrudis Peñuela, natural de Soatá). Como dirían nuestros ancestros boyacenses, “debemos quitarnos el sombrero para saludar a esta generación de tan valiosos hallazgos metafóricos que por fortuna fueron recogidos en la segunda Antología de poetas boyacenses, cuyo director fue el recientemente fallecido Juan Castillo Muñoz, quien la tituló: “Boyacá en la poesía del Siglo XX”, publicación de 1976 del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá.”
En 1987, la estimada poeta Beatriz Castelblanco de Castro fue exaltada ante el país por su bello poema “Elogio al pan” que recuerda sus ancestros en la bella población de Jenesano, de donde eran oriundos sus padres; 20 años después se colocó una placa con versos de la maestra, para significar ese especial, hondo, profundo amor por la tierrita de los afectos, de los suspiros, de los recuerdos, de las sentidas nostalgias, de ese volver a la patria que nos enseñó de niños que “la única y certera demostración de la existencia del ser humano, es la poesía”, como lo afirma el poeta español Luis Cardoza y Aragón.
El Valle de Iraka se engalana en este certamen con la insigne poeta a quien rinde homenaje nacional, tributo de admiración y reconocimiento por su excelsa obra y consagración a una vida colmada de atributos, honores y gloria, en el divino éxtasis de la poesía. Qué gran momento para la poesía colombiana… qué historia más preciada contarán un día los vencedores del tiempo… qué grato esplendor ilumina las campiñas del Valle de Iraka, con la bella música de los versos de la maestra Beatriz Castelblanco de Castro. Usted le enseñó a Colombia que “La poesía es como una alquimia, preciosa que va más allá del misterio y reside donde florece el primer asombro”.
Gracias.
El poeta atraviesa el Valle de Iraka con un sombrero negro que lo guarece de la intensidad del sol. Lleva una pluma multicolor con la cual da gamas y sensaciones a las palabras. A lo lejos la princesa Beatriz se extasía en la contemplación de lo inefable. El poeta circunda su vida y deja una eterna huella en la evanescente piel del tiempo.
ResponderEliminarQue hermoso comentario muchas gracias por haber dado.esas palabras especiales
ResponderEliminarA mi sra Madre Beatriz Castelbanco de Castro
Que hermoso comentario muchas gracias por haber dado.esas palabras especiales
ResponderEliminarA mi sra Madre Beatriz Castelbanco de Castro
Que lindo relato poetico historico que le hicieron a mi Madre. Era una persona participativa en todos los eventos con su alegre voz. Muchas gracias por este bello homenaje bien merecido, todavia la tengo en mi corazon con sus bellas ensenanzas.
ResponderEliminarNecesito un poema
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