ENCUENTRO


Punto de encuentro.

viernes, 3 de junio de 2011

DESPEDIDA




VIENTO SIN MEMORIA


Por: Alonso Quintín Gutiérrez Rivero


El viejo escultor de pergaminos, recorrió con sus cansados ojos la sentencia: “Todo lo que el espíritu humano emprenda o sufra, producirá felicidad, si está guiado por la sabiduría, y lo opuesto cuando esté guiado por la insensatez”. Pensó, en las Econtradicciones de la humanidad y se distrajo soñando que algún día brillaría la sabiduría, que Dios es el baluarte contra la anarquía moral, que los hombres depondrían la insensatez, que no habría sordidez en los espíritus, que desterrada la ruindad, se impondría el honor, la bizarría. Olvidaba el viejo escultor que el hombre, de barro está hecho y que más allá de las apariencias, discurre un mundo de rencores y que los ojos se quedan en la niebla buscando lejanías. Entonces, indagó por San Agustín y leyó esta otra sentencia: “No vayas hacia afuera, vuelve a ti mismo, en el ser humano interior reside la verdad”. Se acordó de la historia del hombre. De sus penalidades, esplendores, necedades y fracasos. Que construir un ser humano, desde la perspectiva interior es tarea de suplicios, ingratitudes, y vituperables acechanzas. No obstante, alguien debe cumplir esa misión y así lo decidió en su corazón. Desde entonces, los maestros vagan por el mundo, señalados por el destino, descifrando en los sabios con los que alternan la vida, qué hay en el milagro de las risas de los niños, en sus dulces miradas, en sus tiernas palabras, en los diestros ademanes, que parecen trazar destinos y edificar naciones. Desde entonces, los pergaminos, son la forma de entender la naturaleza humana. Hay que leer los rostros para saber de la tragedia existencial y de esas vaguedades en las que Dios parece distraerse para olvidar nuestra pequeñez en medio de tanta soledad.

El tiempo que destruye catedrales, inmola santos y aniquila monarcas, pasa por los muros de piedra del pueblo, dejando estatuas de sueños, sonrisas de amatista en el altar de los recuerdos. Un retablo con rostros inmortales, la figura egregia del maestro Pedro Elías Barrera, dueño de un monolítico carácter, de acendrado amor por la sabiduría, la patria la
familia, lector de pergaminos en las almas de los niños y arquitecto de un destino de honor para los suyos. Parecía intuir la frase de Savater: “La educción, es sin duda, el más humano y más humanizador de todos los empeños”. El supo edificar en los corazones de sus hijos, el amor por la humanidad a través de sus hijos: María Helena, Liliam Eugenia, Beatriz Constanza, Consuelo Aurora, Nohora Mariela y Nancy Clemencia. Amor por el arte de enseñar. Amor por la sabiduría, los niños, el honor, la patria. Crecieron al arrullo de una madre que supo de finuras y asperezas, de estirpes europeas.

Tal vez, esa sabiduría que entraña, devoción, gratitud sacrificio, es la convocante a este lugar donde parecen confluir, rostros, perplejidades, asombros y gratitudes para expresarle a la insigne educadora María Helena, nuestra admiración por su heroica labor ofrenda de finas gemas, regalo de mil plegarias de valor patriótico en la enseñanza de los niños. Una vida de consagración y sacrificio. Emblema de gloria y de virtud que aprenderán a entender sus compatriotas cuando el tiempo pase y la multitud acalle. Ella parece intuir los versos del poeta: “En antiguas comarcas/ los niños sueñan con la luna, cubierta de palomas/ para orientar a los rebaños./ Todo es color de luna:/ los pastos, las espigas,/ los jardines y aún el rostro/ de los niños bañados/ en las fuentes de la luna”.

Basta recordar el patio de recreo donde solían concurrir los genios de Merlín, o el gato con botas, o el sieteleguas, buscando los escondrijos, por donde suelen pasarse los niños del mundo de los sueños al mundo de los vivos, con inclemente realismo. Basta asumir su clase magistral, donde habitaban con altivez, los personajes de Pombo y de esos científicos de rostro severo en los que alternaban Einstein y Lavoisier. Basta, su carácter de monolítica finura, para adivinar la ternura de su alma en presencia de un niño desvalido o simplemente víctima del humano abandono. Solía abandonar el rostro impasible, y bañarse de lágrimas cundo veía la injusticia en los ojos tristes de un niño con la camisa raída y la faz sucia de rabias y abandonos. Habla de frente con sus contertulios y ríe de buena gana ante las ocurrencias de los maestros tan acostumbrados a la desidia estatal y al desorden administrativo, de los reyezuelos del poder local que se pavonean en medio de la inmundicia de los cuervos.



Pero “El hombre es cosa, vana, variable y ondeante” dice el pensador. Mientras la virtud se afianza la sabiduría asciende, la maestra fue edificando en medio de tempestades y tras los cristales rotos de la adversidad, ostentó su condición de adalid de la educación en un imperio donde los tecnócratas, saludan a los césares y se inclinan a recoger los escombros de las máquinas, en actitud de sabia esclavitud.

Ella siempre supo con el poeta que “Rotos los cascabeles del sol entre el anhelo de saber llegar/ antes de la palabra”, era necesario educar con el ejemplo y así lo hizo mientras vivió en el claustro amado la gran aventura de enseñar.
Fortuna para Pesca, contar con la maestra que creó la educación de adultos, pensando quizá en los marginados, como se lo había enseñado su padre, o en los niños necesitados como se lo decía la madre en noches de agradable tertulia.
En esta tarea inolvidable, su legado se hará inextinguible en la soledad de los tiempos y su gloria crecerá cuando venga otra generación a reemplazarnos. 

Honor, para quienes compartimos su donaire señorial en la educación y para quienes tuvieron la fortuna de hacerse sus discípulos. Ella dirá con Manuel María Rodríguez, en un arranque de amor patrio: “En las noches tropiezo con tu manto florido/ marginado de plata por diamantes de luceros../ e inspirado pienso que hay un edén perdido/ y dirijo mis ojos por todos los senderos…te invocaré oh, Pesca, cuando lejos me encuentre”.

El escultor de pergaminos volverá al camino, donde anduvo la maestra, con ojos encendidos prendiendo los luceros del alba. Y se regocijará en silencio, porque más allá de la aparente realidad y más allá de lo que los ojos ven, la maestra pinta la virtud sobre el doliente lienzo de la verdad. Gracias, maestra, buen viaje por los parajes inciertos del recuerdo, donde habitará con perenne gratitud.


A LA Maestra: MARIA HELENA BARRERA ROSSI, directora de la sección primaria de la institución Educativa Indalecio Vásquez, de Pesca, Boyacá, Colombia

No hay comentarios:

Publicar un comentario