INVENCION A DESHORAS
Te hubiera amado,
De todas maneras
te hubiera amado,
En las notas de un
piano abandonado,
En la
sonrisa de los niños,
En el viejo
clavicordio de mis penas.
Te hubiera amado,
En la tibieza de
la tarde,
En el piélago azul
de la mañana,
En los ojos de
un camello en Samarcanda,
En la fuerza de un
rebelde sin causa,
En el aire que
despluma madrugadas.
Te hubiera amado,
En la lluvia que
insistente,
Naufraga en tu
ventana,
En el rayo de luz,
Que tímido toca
tus sandalias,
En la
esclavitud a que sometes mi voluntad
Con tus miradas.
Te hubiera amado,
Con la pasión de
un reo,
Y la virtud de uh
ciego.
Te hubiera amado,
En una gota de
rocío,
Pugnando entre las
sombras;
En ausencia
de las leyes,
En presencia
de los reyes;
En la palabra
sencilla
Que estremece los
labios
En presencia de un
rostro enamorado.
Te hubiera
amado,
A pesar de las
espinas
Te hubiera amado,
En el arroyo de
aguas mansas,
O en la precipitud
de las cascadas;
En la doliente
flor que sin pesares,
Esparce su aroma a
los mortales,
En el anagrama de
un valiente encadenado,
Te hubiera
amado,
En el parpadeo de
un lucero,
En el jinete de
luz,
Que se pasea por
mi alma,
Cuando pienso en
ti
Y sin cesar me
acuerdo,
Que soy un
mortal olvidado
A las puertas del
silencio,
Que todo es triste
Cuando pasas
indiferente por mi senda.
Te hubiera amado,
Con paciencia de
labriego.
Te hubiera amado,
En la feliz mañana
Que tiñe tus
labios de claveles
Y pinta tu piel de
porcelana.
En la hora de los
fiordos.
Te hubiera amado,
En los secretos
perfumados de misterio,
En la tristeza de
Dios,
Cuando pierde
sus
almas,
En la triste
arrogancia de los césares
En la dulce
plegaria pugnando allá en la ermita,
En la duce
humildad de los trigales.
Te hubiera amado,
En el tierno arrullo
de una madre,
En el ignoto
transeúnte de los cielos,
Cuando muere la
tarde,
En la augusta
placidez de los crepúsculos,
En el suave
despertar de las luciérnagas,
En los murmullo de
la noche.
Te hubiera amado,
En a alcurnia de
un príncipe en Siberia,
En la voz del
carpintero perfumada de cedros,
En el deleite
de un almendro
Musitando
frutecidas oraciones,
En las aguas que
sueñan
Libélulas de
fuego,
En el lector de
faz sagrada,
En el sabio
escultor
De antiguos pergaminos,
En la suave
cadencia de una música lejana.
Te hubiera amado,
En los reinos de
la princesa Tscherezada,
En la regia
leyenda de Merlín,
O en la de Ulises
en su regreso a Itaca.
Por ti, hubiera
Marchado de
voluntario
Al país de los
Sarracenos.
Hubiera ascendido
a los santuarios
Donde hierve la fe
Y se pierde la
voluntad,
En extraño
sacrificio.
Te hubiera amado,
Aunque perdido
todo:
Mi honor mi
bizarría
Inmolara mi vida
en tus altares.
Te hubiera amado,
En esta lejanía de
precipicios y agonías.
Fuiste en la
altivez de un día
La bella adoración
de mis anhelos.
Estoy frente
al
cadáver de los sueños
Donde vives,
Con la irrefutable
condición
De las causas
perdidas,
En el
anochecer
Que deja
La tristeza
De las
Almas
Solas.
Alonso Quintín Gutiérrez Rivero
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